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¿Con la que está cayendo, cómo se hace para seguir viviendo como si no pasara nada? No espero que tengas la respuesta, pero como a estas alturas ya sabrás, tan sólo estoy pensando en alto.
Desayuno, y mientras mojo la tostada en el café, veo como caen bombas sobre la población civil, secuestran y matan a todo bicho viviente, llegan cayucos a rebosar a las costas de Canarias y la guerra de Ucrania, que iba para dos días, sigue “a tope de power” aunque a Putin le haya dado un parraque.
De verdad, que no puedo más.
Bebo un sorbo de café, mi cabeza se aleja del telediario matinal y vuelvo a mi mundo. Me preocupan los estudios de mis hijos, mis padres, el segundo plazo de la renta que está al caer. Me preocupo porque no consigo ahorrar, porque el aceite sube y la cesta de la compra está por las nubes (de la gasolina mejor ni hablamos), porque por más que lo intento siempre tengo trabajo pendiente, porque peso diez kilos más de lo que me gustaría, porque cuando llega la noche estoy tan cansada que no tengo ni ganas de hablar y porque siento que no llego a nada.
Entonces vuelvo a mojar la tostada y pienso en que si fuera una mujer afgana ni siquiera se me daría la oportunidad de poder preocuparme y me repito: ¿Cómo se hace?
Y entonces se me vienen a la cabeza momentos terribles. La muerte de una buena amiga seguida de las risas de las demás cada vez que recordamos sus ocurrencias. El confinamiento, mi falta de concentración absoluta hasta para leer y el miedo mientras que suena una lista de música que me salva (aquí te la dejo por si también a te salva a tí).
Seguro que tu también eres capaz de recordar ese día en el que en mitad del horror apareció quien quizá menos esperabas, armado con la palabra precisa seguida de la sonrisa perfecta (que decía Silvio Rodríguez) pero justo en el preciso instante en el que más lo necesitabas, y entonces explotaron las carcajadas.
Y pienso en que la vida se abre paso, en que siempre lo hace.
Es doloroso, cruel, contundente, pero la vida, por definición, se abre camino.
Yo sigo sin saber cómo se hace, y resulta imposible echar la vista atrás sin ver una Historia plagada de horrores sucesivos. Supongo que todo sigue igual, igual de mal y a mí me cuesta tragarme la tostada.
Pero he descubierto que la risa cura, que los abrazos son salvavidas y que la música, el cine y los libros alivian mi carga también.
Que me ayude no quiere en absoluto decir que solucione nada, pero el consuelo es algo y me sostiene mientras que sigo tratando de encontrar una respuesta.
Ojalá supiera cómo se hace, continúo sin tener ni idea, pero si algún día, escondido entre las páginas de un libro, en el abrazo de mi gente, en mitad de un concierto o entre los fotogramas del último estreno de cine, vislumbro alguna pista, te prometo (palabrita) que vengo y te lo cuento.
Termino con mis recomendaciones para noviembre:
LEER: “Los Amnésicos” de Géraldine Schwarz. Si alguna vez te has preguntado cómo los alemanes de a pie pudieron permitir el Holocausto, aquí tienes todas las respuestas. Ojalá fuese de lectura obligatoria porque dejarse llevar por la corriente es demasiado peligroso.
Fue nuestro libro del “CLUB DE LECTURA DE NO FICCIÓN” de Lectocosmos en el mes de octubre, así que gracias a María Valcarcel por la propuesta.
VER: Noviembre es el mes más duro del año, al menos para mí, así que algo de comedia es medicina para el alma. “Breeders” (Bendita Paciencia) en HBO/Disney, es una serie muy humana y a ratos descacharrante. El primer capítulo de la primera temporada creo que debería pasar a la historia de la comedia.
ESCUCHAR: “Shalom Shalom”, de Noa. Porque puede que “shalom” sea la palabra más bonita que existe aunque en los tiempos que corren esté desprovista de significado.
Ojalá te haya venido bien este rato, si es así, nos leemos de nuevo el mes que viene.
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Me ha venido genial, Isa. Me ha encantado escucharte! Gracias y abrazo❤️❤️