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Hoy voy a abrir un buen melón. Las madres, las malas madres, pero las malas de verdad.
También hay malos padres y buenos, pero yo hoy quiero hablarte de madres, hijas y malas madres.
Por lo general tenemos una visión romántica de la maternidad. Yo al menos siempre la he tenido. Desde que puedo recordar he querido ser madre, y en cuanto tuve un mínimo de estabilidad, tuve suerte y lo fui.
Nunca me he preocupado demasiado en ser una buena madre, tengo un modelo en el que mirarme, que es la mía, de quien he aprendido por imitación y simplemente trato de repetir el patrón que me han enseñado.
Estoy segura de que como madre soy muy mejorable, me esfuerzo en hacerlo lo mejor que puedo y aunque a veces me confundo, muchas, muchas, con eso me llega para dormir tranquila, y confío en que también les llegue a mis hijos tanto ahora como en el futuro.
He conocido a miles de madres a lo largo de mi vida, las primeras fueron las madres de mis amigas, que como la mía fueron todas madres excelentes.
Que hayan sido buenas madres no quiere decir que sean relaciones perfectas, es más, supongo que el concepto “relaciones perfectas” ni siquiera existe. A lo que me refiero es a que todas ellas son y fueron madres que quisieron a sus hijas y que lo hicieron lo mejor que pudieron. Siempre están y siempre apoyando. Siempre.
Por eso de verdad que creo que esa es la clave, estar y hacerlo lo mejor que puedas, aunque te equivoques.
Cuando me convertí en madre una de mis amigas lo fue también. Por aquel entonces me llamó la atención que no hacía más que comprar libros sobre maternidad y ver videos de Youtube sobre el tema. Un día, fiel a mi terrible costumbre de pensar en alto, le pregunté que por qué tanto “estudiar” para ser madre si lo único que tenía que hacer era repetir lo que había visto en casa.
¿Se puede ser más ingenua?
Ella me dijo que no tenía ni la menor idea de cómo ser una buena madre, la suya no lo fué, y no sabía ni por dónde empezar.
Lo creas o no, flipé.
Esa amiga hoy es de las mejores que tengo y una madre leona a la que admiro y quiero. ¿Que mete la pata? ¿y quién no? pero se deja la piel cada día para hacerlo lo mejor que puede y ahí querida, es sin duda donde está la clave.
En estos años he conocido historias de madres que jamás les han dicho a sus hijas que las quieren, nunca, jamás. Madres que no han creído a sus hijas tras una violación, ¡tela! Madres que abandonan a sus hijas por un trabajo o por una relación. Madres que pegan, madres que se burlan de sus hijas y madres que no les han dicho, ni una sola vez, lo listas que son o lo mucho que valen.
No hay excusas. No hablo de madres enfermas, ni drogadictas, ni alcohólicas, simplemente son madres. Son las malas madres.
Yo he conocido a sus hijas así que, a pesar de todo, les doy las gracias por haberlas parido, hoy son mujeres excepcionales que a pesar de no tener un modelo a quien imitar, están y lo hacen lo mejor que pueden para criar a sus hijas como lo que son, las mejores madres del mundo.
Te leo de vuelta, un abrazo:
Isabel
Nota: Todas las fotos son de Pinterest y en ningún caso he encontrado la fuente, lo siento.
Termino con mis recomendaciones para agosto:
LEER: El mes pasado ya te dije que iba a publicar un texto en “Protea Estudio”, aquí te lo dejo por si te lo has perdido.
VER: El otro día vi una peli perfecta para el verano, ligerita pero preciosa y con final feliz. Se llama “Al Borde del Abismo” y puedes verla en Netflix.
ESCUCHAR: Nunca he sido capaz de elegir una canción favorita pero “Creep” es una de las que siempre me pellizca el corasonsito y ultimamente la estoy escuchando mucho.
Te dejo aquí un enlace con la letra para que te sientes bien cómoda y la cantes mano a mano con Radiohead.
Ojalá te haya venido bien este rato, si es así, nos leemos de nuevo el mes que viene.
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